jueves, 16 de febrero de 2012

Roldán Ayala Jael Sarahí

17 de febrero de 2012

La Europa del siglo XIX (1815-1914). Geoffrey Brunn


Si el siglo XVIII en Europa fue una época de constantes guerras, ¿qué hechos caracterizarían al siglo XIX? Básicamente el libro La Europa del siglo XIX (1815-1914)
[1], expone la historia de Europa entre dos vertientes: la Batalla de Waterloo y el principio de la primera Guerra Mundial.

De esta manera se habla de una Europa de la Restauración que se sitúa cronológicamente entre 1815 y 1848. En este período comienza un momento europeo clave después de la derrota de Napoleón, la cual, junto con la revolución francesa, modificó el concepto que se tenía sobre Europa al romper con su orden político, social y económico.

Y es que hay que recordar que las potencias vencedoras de Napoleón: Inglaterra, Holanda, Imperio Austríaco, Rusia y Prusia se reunieron para intentar imponer de nuevo el Antiguo Régimen. Fueron potencias absolutistas que querían restaurarlo. Y, aunque lo consiguieron, trajeron consigo la aparición de bastantes revoluciones (liberales, burguesas, etc.), que estallaron en torno a tres fechas, en 1820, 1830 y 1848.



Las revoluciones de 1820 se iniciaron cronológicamente fuera de Europa con la independencia de las colonias españolas y portugueses de América. Sus causas fueron el deseo de los criollos de hacerse con el poder y la debilidad política y militar de España, junto a la difusión de las ideas ilustradas y el ejemplo reciente de la revolución norteamericana. En una primera fase sólo Argentina logró su independencia en 1816, fracasando la revolución en México y Nueva Granada. Pero en una segunda fase, se independizaron Colombia, Venezuela, Ecuador, Chile, México, Perú y Bolivia.



La revolución de 1830 fue la primera y más importante que se dio en Francia. Fue una revolución parisina que estalló el 25 de julio contra Carlos X y el predominio de los ultras en el gobierno al intentar el monarca volver al absolutismo. La revolución vino precedida de una grave crisis económica que causó malestar social y fue apoyada por republicanos intelectuales, monárquicos moderados y grandes financieros. Tras tres días de barricadas, Carlos X hubo de exiliarse y se proclamó rey a Luis Felipe de Orleáns que implantó una monarquía constitucional. Con él se inició la Edad de Oro de la alta burguesía francesa.



En 1848 tuvo lugar la última oleada revolucionaria europea, de mayor amplitud que la de 1830 y que puso fin al sistema de la Restauración. La revolución presenta unas características comunes. Por una parte, su carácter liberal y nacionalista y su contenido democrático, ya que los revolucionarios luchaban por el sufragio universal y la soberanía popular frente a la nacional.



De esta forma, como se puede apreciar, en Europa las revoluciones revistieron un carácter liberal y nacionalista. Adoptaron la forma de un pronunciamiento o golpe de estado militar y encararon una conspiración contra el absolutismo. Por ejemplo, después de la revolución de 1848, surge un nuevo movimiento político, que es el nacionalismo. Claro, entendiendo la palabra “nación” como un conjunto de hombres libres de las diferencias políticas y sociales de la época del Antiguo Régimen.



Cabe señalar que esta idea de “nación” surgió en 1789 con la Revolución Francesa. Esto fue posible gracias a que cuando surge la burguesía, en su lucha con la sociedad estamental, necesitaba unificar alrededor de ella al pueblo y de esta manera rompe la dependencia que pudiera existir entre el pueblo y el rey.



Hacia la mitad del siglo XVIII (1770), tal como lo señaló el libro previo al texto base de este escrito, La Europa del siglo XVIII (1713-1789)[2], es cuando se produce en Europa el fenómeno de la Revolución Industrial.



Durante la primera mitad del siglo XIX, las colonias no tuvieron muchos partidarios en los gobiernos y en la opinión pública. Las colonias eran meras dependencias económicas de la metrópoli y esto se constató con la revolución independentista de Estados Unidos y, por el proceso de emancipación de América Latina. Gran Bretaña, que iba completando su Revolución Industrial y que no tenía que soportar la competencia de otros estados europeos, consideró que el liberalismo económico, cuyos teóricos eran Adam Smith y Turgot, convenía más a sus intereses, fundados en la idea del dominio de los mares.



Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, más concretamente en 1870, se inició el gran salto hacia la expansión colonialista europea. En menos de treinta años, la fiebre colonial llegó a todos los confines del globo. Gran Bretaña y Francia extendieron y consolidaron sus dominios en Asia, al mismo tiempo que se lanzaron a la gran aventura africana.



La Alemania de Bismarck, espoleada por su desarrollo económico sin precedentes, patrocinó el reparto de África. Estados Unidos se apoderó de Cuba, Filipinas y Puerto Rico desencadenando su expansión imperialista. Y, en España, las empresas africanas se consideraron una cuestión de prestigio y ofrecieron a la opinión pública conservadora, la impresión de que la reconquista proseguía más allá del estrecho de Gibraltar.



Para los años 1879-1914, inicio de la Primera Guerra Mundial, se identifica por la plenitud en Europa de la industrialización. La instalación definitiva del capitalismo en Europa, mayoría de edad del capitalismo, es el período que los historiadores denominan Segunda Revolución Industrial. En esta nueva fase de industrialización, algunos países pasan a ser potencias industriales de primer orden, como Reino Unido, Francia, Alemania las cuales habían conseguido su unificación y, fuera de Europa, los EE.UU.



Lo que se denomina imperialismo fue el preámbulo de la Primera Guerra Mundial, es decir, de la “Gran Guerra”, del acontecimiento definidor del siglo XX. La Primera guerra mundial así, desvastó el orden económico, social y político de Europa. Sucedió después de un período que muchos creían de progreso, sí, puso fin a treinta años de paz y ochenta y cinco sin guerras europeas. Y, mayormente, dejó como consecuencia el fin de la hegemonía de Europa. Como bien señala Geoffrey Bruun “es difícil recorrer la historia de las naciones europeas desde 1898 hasta 1914 sin sentir, a cada paso, la proximidad de un desenlace trágico”[3].



Bibliografía:



*Geoffrey Bruun, (1964). La Europa del siglo XIX (1815-1914), México, editorial Fondo de Cultura Económica.



*M.S. Anderson, (1996), La Europa en el siglo XVIII (1713-1789), México, editorial Fondo de Cultura Económica.



*T.C.W.Blanning, (2000), Historia de Europa Oxford. Siglo XIX, España, editorial Crítica.

[1] Geoffrey Bruun, (1964). La Europa del siglo XIX (1815-1914), México, editorial Fondo de Cultura Económica.
[2] M.S. Anderson, (1996), La Europa en el siglo XVIII (1713-1789), México, editorial Fondo de Cultura Económica.

[3] Geoffrey Bruun, (1964). La Europa del siglo XIX (1815-1914), México, editorial Fondo de Cultura Económica, pp.194

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