lunes, 6 de febrero de 2012

Martínez Alonso Mitzarahy Paola
07-Febrero-2012

El mapa de Europa a principios del siglo XVIII



El convenio de paz de 1713-14 puso fin a la Guerra de Sucesión Española, hecho que marca una pauta importante en la historia política de la Europa occidental, menciona el autor al inicio del texto.
En ese tiempo, Europa tenía una estructura política bastante compleja. Su perímetro estaba ocupado por estados relativamente poderosos, y algunos de ellos iban ganando más poder poco a poco. Francia continuaba siendo el Estado Europeo más importante a pesar de sus derrotas en la Guerra de Sucesión Española, ningún Estado poseía un territorio tan unificado como el suyo, a excepción de España. La diplomacia francesa era la mejor organizada, a principios de siglo XVIII, el francés había llegado a ser el principal idioma diplomático de las partes occidental y central de Continente.
La cultura francesa en todas sus formas, es decir: literatura, arte, arquitectura, entre otros; se basa en la enorme influencia política de Francia, y además de esto, comenzaba a influir sobre toda Europa.
A pesar de estos aspectos, existían algunos defectos, por ejemplo que los derechos locales y regionales, las tradiciones y exenciones hacían imposible una administración unificada; la casi bancarrota de las finanzas francesas; el que el sistema fiscal no pudiera explotar la riqueza del país de forma debida para no arruinar la monarquía, sin ambiciones militares por parte del rey.
Los problemas financieros de Francia no se solucionaron durante este siglo, siendo significativo que durante este periodo, el puesto de Contralor General de las Finanzas cambiara tan frecuentemente como para llegar a los veinticinco puestos distintos, de 1717 y 1789.
Durante la segunda mitad del siglo XVII, se cimentó el poder y prestigio de Francia. España, que hasta entonces era su mayor rival, como mencioné al principio, tuvo un desplome de poderío durante 1660 y 1690, a esto contribuyó la gran carga militar impuesta por la necesidad de defender las posesiones europeas de España: Sicilia, Nápoles, Milán, Los Países Bajos, etc. La inflación monetaria dio el golpe más importante dentro de la vida económica del país. A principios de 1680, el colapso se había completado.
Durante la Guerra de Sucesión (1702-13), España y su imperio pasaron a ser objeto de la ambición de estados más poderosos: Francia, Gran Bretaña y la monarquía de los Habsburgo. A pesar de esto, en 1713 había señales de su recuperación.
Posteriormente, la unidad política y administrativa de España continuaba siendo muy incompleta, bajo la influencia francesa se habían llevado a cabo importantes reformas en la administración centra. Orry hizo mucho por mejorar el sistema de impuestos.
Para algunos españoles, el convenio de 1713, resultó algo negativo, puesto que privó a España imperar en Europa, así, Nápoles, Milán y Cerdeña quedaron en manos de Habsburgo de Austria, así como los Países Bajos de los españoles. A Gran Bretaña se anexaron Gibraltar y la isla de Menorca.
España tenía ahora la oportunidad de concentrarse en el desarrollo de su propio territorio y de su enorme imperio de ultramar, a pesar de su atraso económico aún era considerada como una potencia.
Gran Bretaña era el tercero de los grandes estados que integraban Europa Occidental, y de ellos, su desarrollo era el más rápido, contrario a esto, políticamente se le consideraba como el más inestable.
En los últimos años del siglo XVII, se convirtió en la potencia naval más importante del mundo, sería una potencia mediterránea, lo cual la protegió de una invasión.
Otro factor importante dentro de su poderío fue su solidez financiera. La Deuda Nacional despertó su crecimiento tanto en el país como fuera de él, fue uno de los cimientos de su grandeza.
Ningún estado en la historia de Europa, había obtenido una posición tan importante tomando en cuenta sus recursos territoriales y demográficos tan escasos.
En la Europa oriental, sud-oriental y centro-oriental también existían estados poderosos, aunque en muchos aspectos tenían poco en común con los del occidente. Rusia, la más importante de estas potencias, logró serlo gracias a la potencia de su soberano Pedro I. La Guerra contra Suecia, en 1700, sometió a Rusia a un intenso esfuerzo durante una década. Ésta se prologó hasta 1721, acompañada de gran actividad diplomática. Cuando se concertó la paz en Finlandia, Rusia recibió a Estonia, Livonia y parte de Karelia, estableciéndose así firmemente como una potencia báltica.
Había importantes limitaciones en su poderío, era un país pobre, subdesarrollado, falto de capital. Sin embargo, durante la segunda década del siglo XVII el prestigio de Rusia se encontró en un alto nivel. Pedro poseía un gran ejército y una marina que crecía rápidamente, teniendo la oportunidad de negociar en términos de igualdad con cualquier gobernante.
La Europa sud-oriental continuaba bajo el dominio del Imperio Otomano, como en los últimos tres siglos, a pesar de esto, se encontraba ahora en decadencia.
La monarquía de los Habsburgo tampoco estaba bien adaptada, ni para el crecimiento ni la supervivencia, dentro del sistema de estados en pugna de la Europa del siglo XVIII. Sus territorios no formaban un Estado.
En 1703-11 surgió una seria revuelta nacionalista en contra de los Habsburgo, la cual envolvió gran parte de Hungría. Sus territorios estaban muy expuestos a los ataques por parte de Francia, de los Turcos, entre otros. El Emperador necesitaba ser militarmente fuerte.
La división política de Alemania llegó al grado de desintegración. La Reforma y la Guerra de Treinta Años aunadas a la influencia de potencias extranjeras habían completado la desintegración del Sacro Imperio Romano, que llevaba siglos en proceso. Su importancia económica dentro de Europa había decaído marcadamente.
El mayor logro administrativo de la Europa del siglo XVIII.
Los estados del Continente variaban enormemente en poderío y en recursos, como hemos mencionado. Francia era indudablemente el Estado más grande de todos, España había sido considerada por generaciones como una gran potencia, y ni aún el colapso del siglo XVII la había privado de su posición.
La estructura de la sociedad europea y de la economía de Europa fue estable durante casi todo el siglo XVIII. La primera era sumamente tradicional, y solamente una minoría creía firmemente en que era posible un cambio social radical, es reconocido que era una sociedad dominada por los hombres, aunque existía una tendencia hacia el mejoramiento de la posición de la mujer.
Por otra parte, la mayoría de la sociedad era agraria, el bienestar material dependía del estado de la cosecha y por consiguiente, de las fuerzas naturales.
Existía la nobleza como clase gobernante, con privilegios legales, en todas partes esta era una clase de terratenientes. En la mayor parte de la Europa central, el ser propietario de tierras era prerrogativa de la nobleza, confería poder social y político, en diversos grados.
Además, los nobles gozaban de ciertos privilegios, como el estar exentos de la tortura, de ir a prisión por deudas, etc.
Es claro que las relaciones de Europa estaban dominadas por el equilibrio de poder, tanto colonial, como comercial y socialmente.


BIBLIOGRAFÍA
M.S. Anderson, (1996), La Europa en el siglo XVIII (1713-1789), México, editorial Fondo de Cultura Económica, pp. 7-131.

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